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No seas un pegajoso emocional.

Seguramente te imagines a tus hijos en un futuro no muy lejano como unos adultos independientes, autónomos y autosuficientes.  (risa floja). Perdona que me ría, no es nada personal, ¡eh!. Me ha entrado una mota de polvo por la nariz. Tus hijos serán dependientes emocionales, como tú y como yo.


Pie de foto: rana Gustavo y Piggy

¡En serio! Nos han vendido y parece ser que tenemos que hacer todo un recorrido desde la dependencia emocional de los peques hasta llegar a la independencia emocional de los adultos. Já. Nada más lejos de la realidad. Somos seres sociales y dependemos los unos de los otros. A no ser que ser un monje budista instalado en las cuevas de Altamira y te alimentes del sol mientras tocas tus cuencos tibetanos.  En ese caso, no he dicho nada. A ver, pero… ¿quién diantres quiere ser un dependiente emocional? De peques, tienes una relación vertical con tus padres. El cuidador y el cuidado. El proveedor y el receptor. Ya me entiendes, y es así. Y eso es lo sano. Dependes del amor, abrigo, cuidado, cobijo de tu seno familiar más cercano. Así es como creces y te desarrollas. Aunque no te guste, es así. No lo digo yo, lo dicen los entendidos del tema. Sin embargo, de adultos: con tu pareja, por ejemplo. Con tus padres mayores, con tus compañeros de oficina, con tus amigos del pádel, eso cambia, pasamos a tener una relación entre iguales, una relación horizontal.  Digo idealmente…(porque en muchos casos no es así). Uno cuida y el otro recibe. El otro se deja cuidar y a la vez cuida. Ambos dan. Ambos reciben. Es bidireccional y recíproco. Lo que viene siendo una relación entre iguales. ¿Vale? -Vale ¿El problema? Que no siempre es así. Y lo verás en tu relación con tu madre, jefe o pareja. Las relaciones de adultos no siempre son “idealmente” horizontales y estás no son siempre relaciones sanas (ahora te cuento el porqué). Normalmente son tóxicas. No sabemos autorregularnos emocionalmente, ni poner límites saludables, exigimos a los demás, manipulamos, complacemos… Veamos. -Están los adultos dominantes (quieren control y necesitan a uno que se deje someter). -Están los adultos sumisos. -Están los adultos (que todavía actúan como niños) que buscan que les cuiden y les provean. -Están otros adultos que buscan a quien cuidar o alguien a quien salvar. Ya vale, y ¿cómo consigo que mis relaciones sean sanas y sean horizontales? Primero de todo tienes que aprender a autorregularte y co-regularte. Ya puedes ser bueno autorregulándote delante de un problema, conflicto (sales a pasear, meditas y escribes en un diario), pero luego no sabes cómo afrontar el problema con la gente de tu alrededor. Evitas el tema, te alejas, huyes despavorido; o al revés, atosigas, persigues, cansas, te entrometes, avasallas al otro. ¿Lo ves? - Las relaciones son la primera fuente de conflicto. ¿Y sabes? -La mayoría de veces, como no sabemos gestionar estos problemas, los aparcamos.



¿Y sabes?



Una relación no crece cuando no se resuelven los conflictos. O dicho de otra manera, una relación se desarrolla y crece sanamente cuando se tiene la capacidad de resolver conflictos de forma efectiva.





"Vale… veo que tengo que trabajar mi autorregulación emocional, ponerle foco y a la vez trabajar la relación con la otra persona.


De igual a igual.


También sé que estamos fatal, ya que me doy cuenta de que muchas de las relaciones que conozco no son horizontales, son verticales.


Conozco a adultos: sumisos, los dominantes y controladores, los evitativos, los que buscan agradar y complacer todo el tiempo…



Pero… ¿Y cómo cultivo esa relación horizontal entre mis iguales?

Definitivamente, yo quiero relaciones sanas en mi vida".






Dos cosas a tener en cuenta.


1- Aprovecha los conflictos para mejorar como individuo. Si se repiten siempre los mismos conflictos, indaga qué puedes aprender de ellos.


Una buena forma de conocerte es exprimir tu relación con los demás. Obsérvate en esos conflictos y mira qué cosas no te gustan de ti cuando te relacionas con los demás (cómo reaccionas, qué dices, que sientes, qué esperas…)



2- Cuando resuelves los conflictos de forma efectiva y afectiva entendemos a los seres que amamos (aceptamos qué cometen errores, se equivocan, tal y como te sucede a ti, empatizamos con ellos...)



En definitiva, crecemos y nos desarrollamos como individuos gracias a precisamente esos conflictos.


Al fin y a cabo, esos conflictos son un regalo, si nos preguntamos: ¿qué puedo aprender yo de esto? ¿Qué aprendizajes me traerán?

Si asimilamos esos aprendizajes, tu futuro yo te lo agradecerá.

Cuando te comprendes a ti mismo y comprendes a los demás, desde el amor, no desde el miedo, todo cambia.

¿Te atreves a ser un individuo dependientemente emocional sano? ***  Escribo cada día para provocarte y hacerte mejor persona cuidadora. Solo para personas que quieren cuidar de sus relaciones (tanto verticales como horizontales). Día que no estás dentro, aprendizaje y reflexión que te pierdes. *Suscríbete a la Japiletter



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